Angel sepia

Hoy corrí y caminé reventando el cuerpo para ver si así el alma se sacia de bienestar. Llegué hasta la playa pero tuve miedo de entrar y que la inmensidad del mar me tragara; así que solo le eché una miradita de reojo y seguí.

Como si presintiera que algo me pasaba, el ángel sepia fue dulce, tierno, me abrazó y me dijo muchas veces que me amaba. Me regaló una flor de vicaria blanca, una almendra, una rama y una piedra. Acto seguido puse cara de sorpresa, él sonrió y con su sonrisa iluminó mi tristeza.

Cuando me daba la rama, ésta estaba rota y le señalé el defecto, con su simplicidad quitó la parte dañada y me dijo -ya está, lo ves-. Tan pequeño y lleno de sabiduría. Si algo te ha dañado, lo puedes apartar de ti.

Eran ya casi las seis de la tarde cuando la gran esfera neón se ocultaba dejando a la vista los relieves de las sombras. Los pájaros pasaban en parvadas, con su batir de alas semejaban pequeñas hélices de helicópteros. La ciudad me pareció bella. Mi día malo había terminado.







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