EL WAAJIKOOL: UN RITUAL AGRÍCOLA EN K’ANTEMO’
La comunidad de K’antemo’ se encuentra situada en la zona conocida como la sierrita en el Estado de Yucatán. Pertenece a la jurisdicción del municipio de Tekax, Yucatán.
Se
accede a este sitio por una carretera angosta bien pavimentada, el trayecto
dura alrededor de una hora y media. A lo largo del camino se observa un paisaje
de cerros verdes y valles cubiertos de maizales. Tiene una particularidad este
camino, pues en nuestra ida y vuelta no nos topamos con vehículo alguno a pesar
de ser esta la segunda vez que vamos; al respecto nos comentaba Don José Hoil
-oriundo de K’antemo’ e incansable defensor de la correcta pronunciación del
toponímico- que ese camino fue hecho
especialmente para esa comunidad porque no se halla otra población antes ni
después de ella.
Al llegar, nos dirigimos en busca de los amigos de Don
Hoil y así fue como encontramos el lugar donde iba a ser celebrada la ceremonia
del Waajikool. Cuando llegamos ya las señoras de impecables huipiles bordados
en xoocbil chuuy se encontraban suavizando y torteando la masa de nixtamal para
elaborar las tortillas que los hombres utilizaran para elaborar los noh uah de
13 estratos. Aún llegaba un camión con hojas de plátano recién cortadas. Por
otro lado las ollas hirviendo con los pollos, carne de venado y jabalí que cada quien donó para la celebración; a un
lado un grupo de mujeres cortando tomates y cebollas, moliendo pepita y colando
el maíz que se utilizará para preparar el k’óol. Con respecto al tipo de carne
–venado y jabalí- que se ofrece para la
ceremonia me gustaría comentar que Villa Rojas (1992) explica en Los Elegidos de Dios que los
macehuales de Xcacal van un día antes a cazar el alimento de los yumtsilob. Y
esto tiene sentido para él, pues estos animales silvestres se encuentran en la
selva, un lugar sagrado donde habitan los guardianes.
Presta me
dispuse a grabar con mi videocámara todo cuanto podía, luego decidí participar
con las mujeres torteando, al principio no sabía y me mostraron como se hacía;
sin embargo mas tarde al calor de la
plática y las risas hallé mi propia
técnica de tortear. Debo admitir que alguien no muy docto en esas artes
culinarias siente cansancio en el hombro que aplasta la masa contra la otra
mano. Entre bostezos y ojos llorosos concluimos de tortear… al principio
contaba las cubetas de nixtamal y perdí la cuenta por eso del tercer cubo.
Algunas tortillas tuvieron que ser reelaboradas porque se secaron y al tomarlas
se rompían o de plano los hombres decían que estaban muy gruesas o muy grandes.
Los noh uah son elaborados por seis grupos de tres
hombres cada uno, el que dispone las hojas de plátano, el que rocía la pepita y
el que vierte el báalche’. Para aligerar el trabajo las mujeres pasan las
tortillas. Una vez acomodadas en forma de asterisco las tiras de fibra,
obtenidas de las hojas de plátano, una mujer pasa la primer tortilla y antes de
asentarla espera a que uno de los hombres embarre la pepita a manera de pasta
para asentarla sobre las hojas, luego las demás tortillas son entregadas
directamente al hombre encargado de darle forma al noh uah, quien embadurna
cada tortilla con pepita hasta contar doce, éste compacta las tortillas y
redondea los bordes, al terminar realiza cuatro agujeros con sus dedos, después
otro hombre procede a verter el báalche’ que obtiene de una jícara por medio de
una hoja de naranja o nance; se rocía pepita, se tapan con pedacitos de masa y
se envuelven. Mientras acontecía todo
esto, de pronto me vi inmersa en la dinámica y pude comprender que aquella
repetición de actividades que llegó a provocarnos bostezos y cansancio solo obedecían
a un mensaje difícilmente codificable en
un nivel consciente. El símbolo correspondía al cultivo de la tierra, los trece
cielos (ox lahun tiku) y sus cuatro puntos cardinales. Al finalizar se elaboran
los tuti uah o noox uah, doce exactamente, pues cada altar necesitará cuatro de
ellos. Estos bollos de masa están rellenos de pepita.
En el transcurso del día van llegando los invitados y
así mismo se incorporan a la fuerza laboral para terminar a tiempo; platican
sobre las personas que únicamente llegan a comer o las que se demoran en llegar
trabajar poco.
Don Hoil y Don Lol fueron a su auto por golosinas para
repartir a los invitados, lo curioso es que entre los dulces llevaban de dos
tipos, unas de sabores surtidos y otras de mazorca. Estas últimas tuvieron más
éxito, les daban de las surtidas y objetaban para que les diesen de mazorca;
nuevamente Don Hoil comentó que solo era un gesto de su parte como para que se
pusieran en ese plan de exigentes y “mañosos”.
Después de que negociaron mi estadía en la parte donde
únicamente se aceptaban hombres con el J-Men fue que pude acceder a grabar el píib
ardiendo y los tres altares. Más adelante presenciaría todo el ritual.
Cayó una lluvia con agua fría, dicha situación apresuró
todo para que entraran los noh uah a cocerse. Al cabo de 45 minutos ya los
estaban sacando para poder dar inicio a la ceremonia. Algunos salieron crudos y
otros bien cocidos; pero todo ello se debió a que la lluvia mojó el horno
subterráneo.
La ceremonia comienza cuando sacan los noh uah y en
grupos de cuatro hombres los deshacen con las manos sobre costales de henequén
o manteles bordados. A un lado se encuentra otro grupo de hombres encargados de
preparar el chok’ob y removerlo en cubetas de plástico con largos y gruesos
palos. Mientras esto sucede, el organizador que funge como ayudante del J-Men
convida a todos los presentes baalche’.
Este licor es obtenido de una olla de aluminio por medio de una jícara y de
esta se toma una cantidad parecida a una onza con un vasito improvisado de
plástico del cual todos beben. Se le ofrece primero a los que están dando el
festín, posteriormente a los invitados y finalmente a las mujeres. En lo
personal había leído en libros y oído hablar a cerca de este licor ceremonial y
no fue hasta ese día que lo probé por vez primera; no cabe duda que la primera
impresión nos aporta datos relevantes pues en la degustación primero sentí un
aroma a canela y anís, luego lo dulce y al pasar por la garganta se advierte un
ligero golpe de alcohol. Dicho lo
anterior y parafraseando a Vogt podemos decir que ante la deidad, todos somos
iguales; sin embargo la estructura social nos habla del orden de las cosas y del
lugar que ocupan. La tierra y la selva son el espacio simbólico y sagrado del
hombre, pues es él quien trabaja la milpa, por ello es de él la encomienda de
dar las gracias preparando la ofrenda con los ingredientes provistos por el
fogón de tres piedras de la mujer, situada en un plano doméstico y profano.
EL ALTAR
Dispusieron tres altares mirando hacia el este, uno
atrás del otro. La estructura estaba construida con palos, maderas y bejuco.
Con los palos hicieron las cuatro patas de la mesa, la base que soportaría la
mesa de madera y el palo que sostendría la cruz de madera. Con el bejuco
elaboraron la cúpula formada con las cuatro esquinas de la mesa. Adornaron el
bejuco con palmas de una especie de ornato de tal manera que el follaje quedara
en el centro y en cada esquina una flor de azahar. El centro verde, donde se encuentra la gran Ceiba (Yaxché)
de los mayas con sus ramas extendidas formando una cruz y sus raíces hundidas
en el inframundo (bolón tikú). Son cuatro ceibas en cada punto cardinal y a cada
una le corresponde un color, rojo-Este (Lakin), blanco-Norte (Xamán), negro-Oeste
(Chikín) y amarillo-Sur (Nohol) respectivamente. El centro es el cenit del sol,
que todo lo observa y el cual se ubica en el séptimo cielo según una figura del
Chilam Balam de Chumayel.
El centro del altar, simbólicamente representa el
punto medio del cielo por donde entra el sol, un eje de comunicación entre la
tierra y el cielo; por donde Dios desciende y asciende. Constituye pues, una
reproducción de la forma que es el centro y la renovación de la vida.
(Campbell: 1993: 46)
Primero echan los noh uah, luego con jícaras vierten
el kool, las carnes, menudencias, el caldo, tomate frito con cebolla. Todo esto
se revuelve enérgicamente hasta lograr una consistencia espesa, la cual es
servida en nueve recipientes de barro, tres para cada altar situadas frente a la
cruz.
Durante el rezo el J-Men se sitúa en frente del primer
altar y al concluir su primera ronda de oraciones visita los demás mientras
reza; y al final se queda en el primer altar donde transcurre el resto del
rezo.
Cuando concluyó todo y salí del espacio de los hombres
una señora pregunto qué hacía yo ahí, dijo que era malo y una de mis
acompañantes Doña Dora a manera de broma mencionó que era la Xtabay. Luego me enteré que no
debí moverme de lugar pues estaba traspasando un límite simbólico, es decir,
durante la grabación me dejé llevar por conseguir el mejor ángulo de grabación
y me cambié de sitio sin saber que ese era el lugar oeste del altar, el lugar
de los aluxo’ob’. Fuera de superstición que de ninguna manera lo considero un
pensamiento irascible, quisiera comentar que al regresar del viaje cuando ya
estaba en la Ciudad
de Cancún me dio calentura todo un día y una diarrea que me duró dos días. A
los quince días me enteré que Doña Dora, quien se había mofado tuvo tres días
de calentura y diarrea, al contrario de Don Hoil, Don Lol y Doña Valentina.
Según mis notas de campo en otras comunidades mayas, el castigo de los
aluxo’ob’ es esa calentura y diarrea por tres días. También pudiera ser que
nuestro estómago no estuviese lo fuertemente preparado para recibir ese tipo de
alimentos preparados con escasa higiene. A los dos días de haberme enterado de la salud
de Doña Dora, un huracán de nombre Dean y categoría 5 en escala Safir-Simpson
azotó una amplia zona de la península dejando a muchas comunidades entre ellas
las del municipio de Tekax sin medio de subsistencia. La ceremonia fue el 3 de
agosto y este acontecimiento ocurrió el 21 de agosto. A juzgar por el lector.
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