La Jícara Celeste
Crescentia cujete
Del hermoso verde de su voluptuosa lozanía pendían las gotas
de lo que fuera una lluvia, la esencia de la vida que fertilizará la tierra…
En el Popol vuh, libro sagrado de los mayas Quiché de
Guatemala, se cuenta que Ixquic, la hija de Cuchumaquic, uno de los señores de
Xibalbá, movida por la curiosidad de conocer el árbol de jícara en el que se
convirtió el dios Hun Hunahpú, acude y dialoga con la cabeza que pendía del
árbol, esta baña de saliva la palma de la mano de la doncella y es así como
concibe a los gemelos legendarios Hunahpú e Ixbalanqué. Cuando su padre se
entera, los señores de Xibalbá deciden que debe morir por el agravio cometido
al honor de su familia. Mandan a llamar a los tecolotes quienes la llevan con
la consigna de traer su corazón en una jícara. La doncella pide clemencia a los
tecolotes y estos acceden a dejarla con vida poniendo en la jícara una resina
colorada que entregan a los señores, creyendo estos, que la sentencia fue
ejecutada.
Del fruto de ese árbol se obtienen recipientes de diversos
tamaños, que en la vida cotidiana del pueblo maya son muy apreciados, en ellos
vierten alimentos y bebidas ceremoniales; el atole caliente para beber antes de
acudir a la jornada laboral, el refrescante pozol y desde luego para mantener
tibias las tortillas, caliente la memoria.
Alguna vez en una villa de la zona maya, acompañé a una
señora a pastar sus borregos, luego me invitó a su hogar y vi entre sus utensilios
de cocina una jícara de dimensiones impresionantes (no he vuelto a ver una así)
e hice el comentario de que me parecía un objeto muy bonito (parecía un platón
botanero) y la señora me llevó a su patio trasero para enseñarme su árbol de
jícaras, bajó algunas chinas (naranjas dulces) y me las obsequió. Por el tiempo
reducido con el cual contaba, no pude quedarme a indagar más, sin embargo mi
madre me contó que la abuela hacía sus jícaras. Cuando las veía sazón, las
bajaba, las cortaba por la mitad con un hilo, les extraía el interior y las
remojaba en una solución de agua con cal para blanquerlas y después las ponía a
secar al sol para poder usarlas como recipientes.
Las manos mágicas de los artistas realizan grabados
exquisitos sobre ellas, también se elaboran objetos de ornato como lámparas, instrumentos
musicales como maracas, en algunos lugares como en Valladolid, Yucatán las
venden como sonajas para los bebés.
En medicina tradicional se emplea principalmente para tratar problemas
pulmonares como tos, asma, tuberculosis y catarros; además se utiliza para
acelerar el parto y para aliviar enfermedades en la piel.
La jícara (luch en lengua maya) también tiene un simbolismo
que ha permeado las costumbres, a los niños se les da agua en una jícara para
que comiencen a emitir sus primeras palabras. Así, la jícara, al tener forma
esférica, es también símbolo del cielo, el que contiene los elementos
sacros que sustentan la vida en la
tierra.
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