La manía del diario...

Mucho antes de que estudiara antropología social, yo ya escribía en un diario, debo confesar que no lo hacía diario como lo predica el nombre pero dicha libreta tamaño profesional con la portada de unas zapatillas de ballet clásico y espiral fue mi primer diario a una edad muy temprana; en ella recuerdo que escribía datos de mi interés sobre arqueología, noticias impactantes como la guerra del Golfo Pérsico, algunos poemas a los bichos como los cocuyos -aunque de repente lo sigo haciendo para otra clase de bichos- y uno que otro rito sacado de mi imaginación. Un buen día ese diario ardió en el fuego, pensando que dejaría de escribir.

Como ya era un hábito escribir en una libreta, irremediablemente compré una tras otra hasta los diecisiete años, cuando hice añicos la última página escrita de mi diario. Pensando que ya no sería necesario escribir con los 18 años cumplidos me fui a estudiar la universidad y me sentí tan aliviada cuando escuché decir a uno de mis maestros que el "diario de campo" sería nuestra herramienta en la carrera, desde luego tenía sus formas particulares pero lo que para otros resultaba tedioso para mi era cosa natural.

Entre cuadernos de notas y diarios de campo, el hábito se hizo manía... cada vez que piso una papelería ahí me tienen comprando una libreta para escribir lo que sea, vivencias, notas, bibliografías, fichas, colages, pensamientos y en general cualquier cosa susceptible de ser escrita. Para cada libreta hay un momento, y en mi librero, aguarda una libreta color turquesa esperando el suyo.

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