LA MUERTE JACARANDOSA



Movida por la tripa escandalosa, me decidí a ir en busca de alimento, pero ya no el de los restaurantes cercanos, sus menús ya me tienen aturdida y asqueada, no porque la comida sea mala sino porque el lugar me parece repetitivo.

Después de ver en el Google lo que pudiera encontrarme caminando por las calles de Coyoacán, sin alejarme tanto de mi deber; emprendí la andanza en una callejuela sin banquetas, algo así como... colonial, pero sin construcciones de esa época, casi no había gente, es domingo.

Llegando casi a la esquina había un callejón con un altar de algún santo católico, adornado con banderitas de colores y un letrero enorme que decía "si te agarramos robando, te linchamos" y lo decoraba una rata con un saco lleno de cosas, pensé en sacar la cámara, pero pensé que no era muy buena idea, así que continué caminando hasta llegar a la avenida Churubusco, poco a poco empecé a divisar la entrada de un cementerio, claro, era el cementerio que se veía desde la ventana del sexto piso, así que entré.

Siempre he pensado que el corazón de una sociedad está en sus panteones, la impresión que me dio fue que entraba en un jardín lleno de grandes árboles, ardillas traviesas que se pelean con los deudos porque se roban las flores, las destruyen y no las comen; mariposas, flores de muchos colores: rosas, lirios, belladonas, entre las que pude reconocer, pero sobre todo las jacarandas; un poema que se quedó en mi memoria, las tumbas de los niños y sobre ellas, las flores moradas fosforescentes como sábana de bello consuelo a quien mire desde las entrañas tan amoroso paisaje.

Estuve cerca de 20 minutos paseando por todo el lugar hasta que me senté en una banca pequeña y pensé que en México la primavera como la muerte, llevan la colorida devoción de quien ama la vida a través de una tradición que nunca muere.

Al abrazo de mi casa del árbol
tumulto de polvo que el juego dejó
la cruz que marca el tesoro
que la muerte un día encontró.

Es abril y las flores danzan su agonía
las abejas zumban buscando el néctar
dulce licor que también bebe la tierra
lluvia purpúrea que celebra la vida
es de mis padres la caricia eterna.

Ciudad de México, primavera 2019.

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