DESDE UN SEXTO PISO
Ciudad de México, primavera del 2019
Tras
cuatro días de encierro en un sexto piso, comienzo a agarrar un valor sosegado,
originado a partir de mi aburrimiento. La cámara fotográfica no es tan útil cuando
permaneces en un cuarto frío conectada con el mundo a través de un celular;
entonces comienzas a extrañarlo, deseas fervientemente salir del estado en el
cual te has instalado por decisión moral ¿cuáles son
los límites de una moralidad? Estrictamente se reducen a la familia, lo moralmente correcto
se cimienta sobre ello, la sociedad pasa a un segundo término y la contaminación
medio ambiental sólo es la cereza del pastel.
Extraño esta podredumbre de mundo, es realmente
desconcertante pensar en la ínfima parte que representamos cuando allá afuera
algo es mucho más grande y todo esfuerzo humano positivo o negativo, es como
quitarle el pelo a un gato, entonces todo se vuelve insignificante, todo se pierde y se resignifica para convertirse en un bálsamo que te empuja a
regresar al pequeño mundo que es más inmenso en mi cabeza, en mis pensamientos.
Estar en el mundo se convierte en un ejercicio de reconocimiento, mirar todo con nuevos ojos y poco a poco regresar a eso que llamamos cotidianidad.
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