Alma de café
Pensaba en que todo café tiene un alma,
alma que se devela
sorbo a sorbo,
en lo amargo de su memoria,
en la dulce nota del lejano abrazo,
en el corto lapso de vida que hierve en sus entrañas.
Bebo su muerte en la
primavera,
y asimismo confabulamos la mía,
cada vez que me bebes me quedo un
poco menos,
cuando disminuye el café, se enfría.
Un minuto de pensamiento guardo,
sobre la tumba amarilla del
silencio,
para no quedarme vacía me lleno,
en el cielo siempre azul de tu
recuerdo.
Fotografía: Gilberto Avilez
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