Manitas, manitas...

Desde la mañana le advertí a Fernando que ese día sería el día en que devolviese el material didáctico a la escuela, asintió con la cabeza sin decir nada.

Cuando fui a buscarle, pasamos a su anterior jardín de niños ubicado cerca de casa de su Abuela materna y la maestra a cargo nos recibió amablemente. Con mucha vergüenza, Fernando tardó en entregar los juguetes y la maestra le dio su propio discurso sobre "tomar lo que no es suyo" que no es otra cosa que robar y al que roba se le llama ladrón, ratero, rata, tranza, caco, etcétera; a mi no me van los conceptos elaborados cuando el lenguaje ya tiene varios y hasta de fácil pronunciación, en fin, cada quien tiene sus modos. Acto seguido pidió disculpas y se puso a platicar sobre su nueva escuela y sus nuevos compañeros.

Al día siguiente fuimos de visita a casa de sus primos y vio un juguete de su color favorito, el turquesa, y le preguntó a su primo si le gustaba su juguete y su primo le dijo no, insistió preguntando si se lo regalaba y éste le dijo no. Yo intervine para decirle que no tenía que pedir regalado ningún juguete puesto que él tenía uno en casa del mismo color y que debía buscarlo en su juguetera. Llegando a casa se dispuso a buscarlo, lo encontró y poniéndole la pijama después del baño me dijo -mamá me dieron ganas de robarme ese juguete-, -¡Ay!, Fernando-, -Pero no lo hice-, -Muy bien hecho, eso habla de que tienes autocontrol, que ya eres un niño grande que aprende las lecciones-, -Además yo tenía uno en mi juguetera y yo solito lo busqué-, -¿Ya ves?-, le planté un beso.

Hace dos días, le encontré en su mochila de la escuela nueve pesos y pensé, tengo un reincidente. Le pregunté de quién era el dinero y bajó la cabeza, ahí me di cuenta que voy a necesitar más de un correctivo para lograr que mi hijo de cuatro años deje esa manía. Hasta que apareció la dueña de los nueve pesos, resultó ser nuevamente su abuela materna. Le di el dinero y le dije que personalmente lo entregara y se disculpara. A ver quién se cansa primero. Ahora le sentencié que si vuelve a hacerlo, comenzaré con quitarle sus caricaturas que tanto le gustan (aunque realmente le haría un favor con eso), luego con la golosina después del almuerzo y por último escribiría al Santa Claus para que le trajera carbón en Navidad; esto último le preocupó tanto porque a la mañana siguiente me preguntó qué es el carbón, para qué sirve y que si le puedo decir otra vez sobre el carbón y Sacatós (así le llama a Santa Claus). Veremos entonces...

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