Arando tierra de la mano de un niñ@



Hoy por la mañana lidiaba con Fernando sobre lo que deseaba desayunar, le di todas las posibilidades de comida que hay en la despensa y finalmente se decidió por tacos de pollo, hice los tacos de pollo, no le gustaron; así que optó por pedir uvas. Voy al refrigerador y saco la bolsa de uvas y me doy cuenta que algunas de ellas ya están comenzando a descomponerse, pude rescatar algunas y le comenté que esas eran todas las que habían porque las demás estaban pudriéndose, entonces me dijo –mamá esas las vamos a llevar a la tierra-, desde luego se refería a la composta que tenemos a un lado de nuestra palmera de coco. Es increíble la velocidad de aprendizaje que tienen nuestros niños, sobre todo cuando tienen un ejemplo cercano y constante.

Después recordé a mi abuelo, cuando  nos íbamos a su ranchito en Calderitas, Quintana Roo y me tocó ir una que otra vez ya en la Universidad y escarbando aquella vez que me dio acceso a su pequeña biblioteca vi su tesis de grado que hablaba sobre la parcela escolar. Durante los trabajos de campo, al menos en las comunidades que visité hace ya algunos ayeres, la parcela escolar no se desarrollaba y me imagino que las tierras que debían ser dispuestas para ello las tenían en renta o simplemente en desuso; privando con ello del aprendizaje y beneficios económicos a la escuela. Todo ello deriva de la reforma agraria de 1992 donde se da fin al reparto agrario y se deja en manos de la asamblea ejidal la asignación de las tierras para la parcela escolar, la cual  constituye un importante  instrumento pedagógico en la reproducción social de las comunidades rurales.

Cuando yo iba al jardín de niños, aquí  en la ciudad de Cancún, había un huerto en la parte trasera de las aulas, cada determinado día hacíamos una visita y a veces nos tocaba ver la cosecha de rábanos y otros productos agrícolas, en aquella ocasión no nos ensuciábamos las manos. Después de este largo flash back, regreso a  la actualidad para abogar por la introducción de este tipo de prácticas tanto en las comunidades rurales con la parcela escolar como los huertos de las escuelas urbanas para que el llamado cambio de conciencia sea incentivado por un ejemplo cercano y constante como acotaba a inicios de este escrito. Volviendo a nombrar el ejemplo cubano de soberanía alimentaria, esa sería a mi parecer una muy buena forma de comenzar un cambio en la estructura agraria de nuestro país siempre y cuando exista una voluntad política  y ciudadana real de mejorar este país mediante reformas justas, bien hechas,  que no dejen esos vacíos propicios para la depredación de grandes empresas.

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