Un Día Inhábil

Cada vez que sonreía
la tristeza me mordía los pies
si miraba al horizonte
imaginaba que le tenía
entre los dientes con la lengua torcida
suplicando tal vez.

Que un día entendiese
cuanto le podría querer
ver arrastrándose
cual sierpe en una noche lúgubre
después de morder.

Huyendo hacia el oriente
en donde eclosiona su melancolía
sumida en una nada imperante
de la que sólo rezando
es su alivio constante
¡Maldito hipócrita!
¡Arde pues, en el averno de Dante!

Este ardid no es acequia
de consuelo, mi alma trémula
se estremece, convulsiona el sosiego
érase una vez la paz de mi caos
de carcajadas enloquezco
mirando hacia atrás
a través del tiempo.


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