El Mar de mi Vida



Hemos visto la playa por la noche, la brisa más fresca de lo habitual, me hacía sentir la cercanía del invierno, pero en la orilla, dijiste que el agua es tibia en dirección del camino resplandeciente de la luna Gibosa de diciembre. Una visión impresionista de la marea viva, las olas  avanzaban hacia nosotros, danza de sombras son las crestas y la arena húmeda reflejando la amarilla despedida de los días felices mirando el horizonte. Las rocas celosas a contraluz marcaban el inicio, señalaban el final, entre ellas se deshacía el pulso del océano porque el viento acariciaba al mar.


Alrededor del grácil paisaje, todo es oscuridad, todo es punto ciego, como la incertidumbre del reloj en tu muñeca, enemigo temible de las tardes dominicales, cuando el sol detrás de mí y delante  tuyo acompaña nuestro regreso. Permanece en la memoria el sabor salado que nos regala el saber a-mar, hemos vuelto de lejanía consumidos,  como la sal, el tabaco y el café retornan a su soledad.

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