Malix hurtando un pollo.

Tengo una revolución en el estómago, hoy comí el relleno negro más pungente que hube probado jamás, delicioso, eso si, pero picoso hasta su madre. No sabía si llorar o sacar la lengua como perro, por más vasos de horchata que bebí no lograba aplacar el ardor-dolor que me estaba provocando hasta que comencé a comer un trozo sobrante de carne salada asada que no se comió Fernando. Ya me lo habían dicho, con sal se le quita lo picoso, sólo pensé que era excesivo ponerle más sal si de por sí se sentía salado.

Después del pastel la plática de sobremesa estuvo amena, hablando del número reducido de tesistas en las universidades, de los doctores no doctos, de las universidades "patito", de los canales de televisión locales, de los pinches priístas, las seudoizquierdas, el magisterio y la gran patraña de su lucha, concluyendo al final que serán ellos nuevamente los judas que den al traste con las siguientes elecciones. EL café de Chiapas que me abstuve de tomar por Isabella, quién no perdona su tetada de las 5:30 pm. Lástima que tuvimos que viajar con premura hasta Cancún y cortar la plática de tajo para cada quien (incluido el cumpleañero) regresar a casa.

PD. El título es porque en la carretera rumbo a Valladolid, ví a un perro, de esos famélicos que se encuentran en todos los pueblos corriendo feliz con un pollo en el hocico, de qué gallinero lo hurtó, no sé, sólo pensé en el gran festín que se daría hoy, un Macario sin duda.



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