Sobre la almohada



Cerrar los ojos a cualquier hora del día, en cualquier lugar, al aire libre siempre es mejor que el límite de un deseo que va debilitándose a medida que pasa el tiempo urbano; en el sueño, eternamente risueño te guarezco.

Te conduzco a la inconsciencia para mantenerte a salvo, pues la paciencia a veces se agota como las sartenejas en temporada de secas, negar la presencia es la parte más dulce del amor, a ratitos existe en la vida pero qué carajo haces cuando eres consciente de ti, avasalladora revelación me intimida.

(Aún la ola se mueve en el mismo mar, la han visto miradas varias y yo, conocerla en su eterno ser anhelo verla de nuevo revolcar la arena de matices grises bajo mis pies, pasos que borra para dejar huella otra vez. Un ciclo sin fin, espiral de emociones que sólo hoy son.)

¿Cómo hablar del tiempo sin recurrir a la memoria o al recuerdo? El único tiempo es hoy, y es tan vívido como hablar del pasado, ese que no dejas ir de tus manos porque lo crees necesario para hablar de ti en este instante; y tu estás entre cada fotograma que no dice nada de mí porque lleva el silencio desenmarcado, la soledad plena y constante de mis pensamientos diluidos en el espacio.

(La mañana es perfecta, el sol tenue, brisa fresca, las nubes cirros, el rocío sobre la maleza... un respiro en la paz y tranquilidad de mi existencia.)

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