Pero en serio ¿Valió la pena?






Ya no podíamos escribir como en esa época, en los años oscuros
cuando creíamos que el numen podría pertenecernos, 
cuando era fácil creer que se haría la Gran Obra, 
el poema de gran hálito con la música y el significado
que nos darían los dioses (cómo no creerlo), 
que la poesía y el ángel, la figura y la forma serían para nosotros.
Pero al mirar lo que escribíamos a lo largo de los años
se hacía conciencia de que las alas de los pájaros no, 
definitivamente no, no aleteaban con un ritmo propio, 
que en efecto y así y claro no podíamos decir exactamente
lo que queríamos decir, que en poesía, salvo un ramo
de poetas cada siglo, los demás debemos resignarnos
para ser los lacayos que conducen el carro de los grandes,
y sin embargo, y sin embargo aseguro que al menos la poesía
me dio otras cosas: una manera de mirar la mirada de los pájaros migratorios, 
de armar desde el sueño imágenes de la pintura y del cine, 
de apreciar más a fondo la ligereza y la dulzura corporal en las mujeres, 
de admirar en las tardes y las noches las hileras de los mástiles
en los puertos, la higuera y el olivo
en medio del huerto en la noche azul de Jesucristo azul, 
porque el reino de Dios no estaba cerca, sino en nosotros mismos.
Pero en serio, es una pregunta en serio para uno mismo o para cualquier poeta
a cierta altura de sus edad: ¿valió la pena el sacrificio, valió la pena abandonar
la apuesta de la acción para entregarle la vida a la inutilidad de la poesía?
MARCO ANTONIO CAMPOS



Yo digo que sí, valió la pena...

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