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Mostrando entradas de noviembre, 2013

Un expedición de 1937

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El informe de Alberto Escalona Ramos es resultado de una expedición científica mexicana realizada en el año de 1937, dicha temática se centra en "Algunas construcciones de tipo colonial en Quintana Roo". Durante esa época nuestro Estado aún no lo era, acababa de restituirse como territorio gracias al Comité Pro-Territorio de Quintana Roo y al recién electo presidente Lázaro Cárdenas. El reparto agrario aún no se llevaba a cabo en la actual zona maya de José María Morelos y concretamente en los poblados que conforman la Ruta de las Iglesias sin embargo ya existían pobladores dispuestos a trabajar para labrarse un futuro. Hacia los años treinta, Sabán era un campamento chiclero, así nos lo hizo saber Doña Clotilde Blanco, vecina de esa comunidad y también Escalona, autor del informe que revisé hoy. "El templo de Saban, población del norte de Quintana Roo que fue destruída en la Guerra de Castas y que ha ido volviendo a vivir de cuatro años a esta parte, está si

Pluma Cancunense

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De nuevo andaba vagando en la red cuando Marcos, uno de mis contactos publicó un enlace para bajar un libro en PDF sobre el socialismo en Yucatán con motivo del natalicio del Dragón de ojos de jade, enseguida le baje y lo leí ese mismo día pero me quedé con ganas de indagar sobre el romance que sostuvo este personaje con Alma Reed, entonces recordé que alguna vez en una librería vi un libro, así que eché mano del google y encontré la imagen sin embargo no hallé ningún enlace para leerlo en línea, acto seguido me fui en su búsqueda al día siguiente después de pasar por Fernando al colegio. Pasé primero a la librería Dante, como el tiempo apremiaba, me dirigí hacia uno de los empleados de la librería para preguntar por el libro, con toda la amabilidad el chico lo busco de todas las formas posibles en su base de datos y no lo encontró. Decepcionada le dije que me parecía extraño, pues es una librería y editora yucateca, el chico muy simpático me contesto en voz baja que esta librerí

Al Volante

Hablo de la tempestad de tu cuerpo De lo simple que es beber agua salada Hechizo de sirenas calladas En un atardecer minúsculo.   Si la apatía no nos entume Permite que deshile tu pensamiento Para descubrirme en lo inhóspito De tu abrasivo olvido.   Y ya con la confianza recuperada te digo Que no eran tus ecos bélicos perdidos Lo fue tu voz inaudible, tu presencia gastada, Mi existencia invisible.   ¡Anda , sal al mundo enamorada! Sin miseria, sin atisbo Tal cual tabla rasa Que esto no es una diatriba Es tan sólo un elogio a tus alas.

Olvídate del tiempo

Ese es el mejor consejo que me han dado, sacado de un libro sobre crianza respetuosa escrita por el pediatra Carlos González. Y es que la crianza respetuosa abarca muchos rubros que a veces parecen ser una utopía inalcanzable. Respetas al individuo desde el vientre, cuidando lo que comes, lo que tomas y hasta lo que sientes, pues todo ello afecta de una u otra forma al niñ@ que está por nacer. Una vez fuera del vientre comenzamos a respetar los tiempos y necesidades del bebé. Cuando das el biberón no puedes ofrecerle leche cada vez que quiera, cada tres o cuatro horas es debido, necesitas saber la hora, estar pendiente; si das el pecho, lo das cada vez que se le antoje al bebé, los antojos varían entre lapsos de hora y media a cuatro, si tiene hipo con un poco de leche se le quita, si tienes los pezones adoloridos, con un poco de tu leche desaparece. Ofreces una teta sin olvidar cual diste la última vez porque de malas memorias me he buscado con mi hijo anterior tres connatos de ma

La manía del diario...

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Mucho antes de que estudiara antropología social, yo ya escribía en un diario, debo confesar que no lo hacía diario como lo predica el nombre pero dicha libreta tamaño profesional con la portada de unas zapatillas de ballet clásico y espiral fue mi primer diario a una edad muy temprana; en ella recuerdo que escribía datos de mi interés sobre arqueología, noticias impactantes como la guerra del Golfo Pérsico, algunos poemas a los bichos como los cocuyos -aunque de repente lo sigo haciendo para otra clase de bichos- y uno que otro rito sacado de mi imaginación. Un buen día ese diario ardió en el fuego, pensando que dejaría de escribir. Como ya era un hábito escribir en una libreta, irremediablemente compré una tras otra hasta los diecisiete años, cuando hice añicos la última página escrita de mi diario. Pensando que ya no sería necesario escribir con los 18 años cumplidos me fui a estudiar la universidad y me sentí tan aliviada cuando escuché decir a uno de mis maestros que el "di