Por cierto...



Evocar viejas añoranzas sin perderse en el intento es una proeza inenarrable, no sólo porque hemos tenido la valentía de despertar demonios y departir con ellos en una noche de luna menguante y volutas de humo; también porque constituye la batalla infinita entre nuestros miedos muchas veces infundados.
 
El triste misterio que envuelve esa vuelta atrás con miríadas de estigmas no es más que una aventura ociosa y perniciosa. Son los momentos en que el alma se desnuda y se redescubre en las penumbras, lapso de tiempo en que la reconocemos y como maldición eterna la rechazamos una, dos, tres; las veces que sean necesarias hasta hacerla desaparecer de nuevo.
 
No, no eres tu  -decía susurrandome al oido- eres esa parte de mi detestable y absurda como la noche que dormí contigo abrazada a la nada de tus deseos y al todo de mi miseria. No, no eres tu -decía gritando en el silencio- con tesitura de allegro molto vivace. Te extrañaba y lo sabes, lo sabes Medea.
 
Aún ungida con mi saliva besa mi frente al aproximarse el alba, era un adagio su partida. La estructura de su espalda se descomponía en una alucinación, connato de sueño profundo. Mis ojos acompasados a la silueta de Atón estaban entumecidos de rabia. Un pensamiento iracundo rondaba en mis labios, ingrata frente a un reflejo despotriqué con cinismo el espectro de mis ayeres.
 
La vuelta atrás, es pues, una locura...

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