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Mostrando entradas de abril, 2016

Otredad

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El silencio del árbol Desnudo de aves Tu voz primavera Es melodía que acuna El deseo de verte Trepar en sus ramas Los besos Y en los dedos posar las caricias Hojas que se columpian Con los alientos fugitivos Pero la raíz es profunda Es humedad y oscuridad La noche sin luna La ciudad y su sonido Y en su calma la mirada verde El ruido del libro Callado en sus letras Ando lo que no dicen Por las calles mudas… Otra vez se mecen Las horas En la copa del árbol silente.

Adiós

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Ese café del día anterior, el que no me importa tomar en la mañana de tu ausencia, desalmado y frío como luz afilada, mutila mi sombra al medio día. Es bajar las escaleras, dar los buenos días al hombre de Vitruvio quien luce enaguas tejidas por una araña patona que se esconde ante mi gastada presencia. Sentada sobre la mesita de centro permanezco largo lapso frente a un librero que alberga mil mundos, repaso la mirada sobre los lomos buscando respuestas y siempre es la misma: me pongo de pie, tomo el libro naranja. Todo es ruido… el otro día vi a un ave desplomarse desde muy alto, no tenía una patita y sus alas estaban severamente dañadas. Venía del mar, eso lo supe porque la sal la traía pegada en el pico y quiso cantar pero no pudo, en sus pequeños ojos se alejaba una barca sin tripulación, entonces tuve compasión y la llevé a casa. Por las mañanas, durante siete días la alimenté, comió de mi mano, sus alas curé leyéndole historias del mar, antes de la media noche bus...

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Vienes en las manos del viento parecido a una vieja historia como un mito apareces y te desvaneces en la sombra No puedo dilucidar lo infinito escribo esencia de significantes que el estúpido no entiende y mucho menos el cobarde Un alma inspira la escritura de mi puño y letra sangran las palabras enloquecidas de silencio,  como el ruido de grillos en la noche de tu nombre pronuncio una ausencia que vive en el tono de tu voz el beso que es rasgadura yerro que hiere y cicatriza embalaje y sosiego, vida mía eso que soy tras tu presencia.

El viejo de mar

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Las historias de mi viejo, el mar su conflicto y tormenta lenguaje de peces que crece con la marea Bajo un sol arrogante la sal brilla sobre las arrugas su barba es el tiempo en la cresta de las olas Playando la memoria te evoco muda caracola el reloj de arena ausencia y en cada grano las horas. A mi padre

Cuando partes...

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Me quedo con el último beso, Con la despedida que promete El reencuentro de dos miradas Que se reconocen en el duelo de ser La bruma que envuelve el deseo. Me llevo de ti, la esencia de tu pulso Lo guardo en el sueño de media noche Para el momento de mi soledad Que añora tu sexo especiado Dulce, salado como la uva de mar. Son tus dedos que rayan mi alma El vaho tibio de tu aliento sobre mi piel La ternura que imprime la caricia La palabra y el silencio cómplices De la invención que somos después.

Acaso

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Las palabras desesperadas de un poeta Declamación y castigo El frío tarde Un parque Esta vez miríadas de infantes Con el rostro vomitivo del adulto La ausencia testigo Insomne diurno Sobre ellos un cielo plateado Nitrato y marco Dejo que la inercia de este amor desemboque En el trémulo resplandor Vida mía Es invierno y en la cálida Península de tus brazos Hoy muero. Una pequeña recolectora De frutos verdes Es la infancia quien mira el rojo Fin último Descanso de sombra Simiente remanso Nada Un mundo sueña Que el mar es la llave Del enamorado que observa.

Tus Ojos

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Tus ojos son el regocijo de mirarme en su verde reflejo, Del poderoso río de la vida Un remanso situado a orillas de tus labios, El estanque de lotos Tus pupilas floreciendo, El sendero que invita a salir fuera del camino, Pasear tus pestañas con mis dedos, Ahí la lluvia es música y danza de agua, Es mar tibio de verano, caracola de sueño. De vez en vez pienso Que aguarda un volcán en su campo interno, Y que el conejo de la luna Parece brincar en cada parpadeo. Si la noche acaricia el velo de tu alma Que el recuerdo de mi beso Mengue la memoria De cada batalla perdida De un adiós, un hasta luego. Mis ojos oyen el mutis de los tuyos Y callan lo que la niña hosca sonríe, Revelan la fascinación de encontrar en ellos El sagrado jade de mis ancestros.

El Jardín de Soledad

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¿Has oído el ruido que hace un corazón roto? Preguntó la abuela a Selene, ambas se encontraban en el jardín de Soledad, los grandes lirios de bermejos colores se inclinaban ligeramente al lado izquierdo, mientras abuela y nieta cortaban las hojas y ramitas secas. Mi niña, la mirada se pierde en el blanco luminoso de la nada, se abre un portal de vacíos abisales y crees caminar en el fondo pero tan solo vas descendiendo en una espiral de incertidumbre, sientes el retumbar ligero y rápido de tu ilusión que se aleja, entonces bajas la mirada si acaso el rocío de un pensamiento acecha por el rabillo de tus ojos desesperados. Intentando hallar lo que callan los grillos por la noche, recuestas la cabeza sobre tu pulso condenado, le ves partir, comprendes que se ha ido con una promesa; juntas toda la miseria desperdigada y coses a tus pies un par de zapatos a la medida que un buen día dejan de quedarte… Selene sonríe, sopla en la brisa tibia de primavera, un susurro que la pequ...