Contemplación I

En medio de tanta desesperanza, de la destrucción justificada, de la inmundicia y lo fútil de lo cotidiano, la flor saluda con su rostro implacable de belleza, aunque salpicada de barro, su color es un llamado a la continuidad de la vida; me abstraigo en su generosa cadencia de mil brisas que, van y vienen como soles, como lunas. Soy con ella, mi corazón irredento mira el firmamento buscando la luz que me recuerde que nada más está aconteciendo en este preciso momento.