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Mostrando entradas de noviembre, 2016

Muñeca de barro

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Que la infancia, ese dulce tormento... ¡Han sacado los signos a pasear! (Perros olvidados) ¡Le han roto la patita! bermeja madera (La cornamenta chata) ¡Le han zafado el bracito! barro cocido (Adentro, una cuerda se desgasta) Le preguntan a las caracolas Habla el mar, susurro de ausencias Con su lengua húmeda, serpentina de sal embalsama una herida (que es sonrisa inocente) Y nada en el papel, un pez inmortal Sin boca mira, una niña mutilada se asoma Con voz de oleaje calmo La abrazo en la orilla... Playa vuelo de manoposas, miran con su luz La mañana de paz, café y letras.

La Estrella en el árbol...

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En el mundo oscuro No le está permitido a los árboles cantar En la tierra vacía no germina la luz de una semilla En la vacuidad del cielo  no existe el abrazo de las aves Nula compasión del sol egoísta Que abrasa todo para convertirlo en ceniza. El cobijo de la luna amenaza con irse Quedará el firmamento  sin estrella que ilumine Será la invención de los eternos pies fríos Caminar despacio las constelaciones de luciérnagas. Ni cielo ni tierra es la hoja suspendida Del amordazado cedro que por canto ahora silba, Escribe un lucero enjugando el llanto Y sobre el papel, una fuente rota, derrama la tinta.

En Cancún también Somos Cultura

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Los cancunenses somos un caleidoscopio cultural, coexistimos día a día, conociendo poco o nada la riqueza que el otro puede aportar a nuestra humanidad. El domingo, cancunenses originarios de Guerrero, nos sorprendieron con una estampa del "Baile de los Chinelos" en honor a la inmaculada Concepción, ellos han formado una colonia en la región 102, se dirigieron a la iglesia católica Cristo Rey a depositar sus plegarias y ofrendas. La banda de música ya los esperaba en las afueras del sitio, los danzantes tomaron posiciones y comenzaron a bailar. La danza de los Chinelos se remonta al año de 1807 en el pueblo morelense de Tlayacapan. La versión más difundida sobre su origen hace referencia a las rencillas que existían entre españoles e indígenas por la exclusión de estos últimos en la festividad de Carnaval. En respuesta a este rechazo, los jóvenes indígenas comenzaron a disfrazarse cubriendo su rostro y vistiendo ropa vieja de distintos colores para imitar y hacer

Mar de las rocas.

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Poco a poco me acostumbro a esta muerte Herencia de la distancia entre una ola y otra Es el nocturno música de caracolas Son mis oídos sumergidos en la sombra Que dibuja cada cresta al revolver las arenas De un nombre escrito en su humedad Mar extenso en el silencio. Poco a poco te acostumbras a mi muerte Siempre larga despedida sin promesa Cuna de susurros que descifra el viento A través de lo que no puedes ver ni tocar Porque vive en la ilusión fresca Cuando mi nombre pronuncias en soledad.